“La forma de una escultura nace en el silencio del sueño, se ensancha en aquel espacio mágico que no tiene límites precisos, tan sólo la oscura cáscara de la noche. Luego el sueño se hace realidad, adquiere un cuerpo concreto y racional, con medidas precisas, peso y volumen. El color se funde con la materia – el hormigón – y llega a ser parte integrante de la obra, resaltando o atenuando soluciones expresivas.
El proceso creativo parece desarrollarse en el silencio, en una situación atemporal, a pesar del ruido ensordecedor de la máquina para cortar y lijar o del martillo y cincel. El polvo finísimo que envuelve los gestos del trabajo hace de filtro protector, aísla del mundo exterior. Una vez acabada, la obra estará sola, autónoma. Vivirá su vida como los hijos viven la suya, y sobrevivirá al padre. Tendría que dejar una huella, marcar un momento, por corto que sea, más concreto del deseo innato de cada humano de no ser enterrado en el olvido.”
Franco Monti, Ibiza 2004